Febrero 2006. Ciudad de México.
El alma en pena de Dante Alexander Barbosa Contreras, de tres años de edad, asesinado brutalmente a golpes y sepultado clandestinamente en el patio de su casa por su abuela, se le aparecía -al aparecerse en tres ocasiones- a quien lo ultimó para espantarla, lo cual obligó a la señora Tomasa Miranda Villalobos a entregarse a la justicia, donde indicó que le remordía la conciencia, pues había matado a su nietecito y sepultado sin ningún acto religioso.
De acuerdo con su declaración, Miranda Villalobos observaba que el niño jugaba en el patio de la casa, hasta que un día se le apareció junto a su cama, motivo que la orilló a contar lo que pasó a las autoridades.
La PGJDF agregó que Miranda Villalobos pasará 31 años tres meses tras las rejas, por su culpabilidad en el delito de homicidio calificado en razón de parentesco.
La policía judicial encontró el pequeño cuerpo de Dante Alexander. Su abuela les señaló el lugar en el que lo ocultó. Estaba debajo de la tierra, dentro de la tina de una lavadora y envuelto en algunas bolsas de plástico.
Tomasa Miranda, de 48 años, se presentó en la agencia 65 del Ministerio Público. Y ahí les platicó a los policías judiciales lo que sucedió. El padre de Dante Alexander nunca se hizo cargo de él. Y su madre, hija de Tomasa, lo dejó para irse con un hombre. Así, es que ella se hizo cargo del pequeño.
En una casa construida con láminas y madera, asentada sobre un terrero irregular de cerrada de Ciprés, en la colonia Zacatón, la mujer vivía con el niño. Pero a decir de algunos vecinos, ahí lo maltrataba y lo golpeaba. ”Nuca lo sacaba. Siempre estaba ahí encerrado y luego se escuchaba que lloraba”, dijo una vecina de la zona. Los quejidos de los que hablaba esta mujer dejaron de escucharse el 22 de febrero en esta zona que no está pavimentada y en donde la mayor parte de las casas son de lámina.
Al día siguiente, Tomasa fue ante las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y dio una versión: Dante se había extraviado.
La mujer indicó el lugar en el que se perdió. Describió a detalle al niño e incluso les dijo la ropa que llevaba puesta. “Pantalón azul marino de mezclilla, una sudadera del mimo color y camisa a cuadros. Además unos botines negros”.
Ese mismo día, las autoridades comenzaron la búsqueda. La mujer les ayudo e incluso colocó algunos carteles en postes y bardas de la colonia. Los vecinos también ayudaron a buscar al niño, pero nada. Nunca apareció.
La realidad es que Tomasa lo había enterrado en su casa. En un principio la mujer aceptó que lo había golpeado y que por ello murió. Sin embargo, después dijo que murió por un ataque de asma. Como sea, la realidad es que una vez que el pequeño falleció, Tomasa lo envolvió en unas bolsas de plástico y después lo metió en la tina de una lavadora que ya no servía.
Según detalló, le echó cal encima para evitar que oliera y después le puso cemento y agua. Al final lo enterró en una zanja del patio.
La mujer se presentó ante las autoridades de la Procuraduría capitalina en la delegación Tlalpan. Y ahí confesó todo.
Luego de ellos, policías judiciales llevaron a la mujer a su casa. Ahí los vecinos quisieron golpearla por haber asesinado al niño. La policía la rescató y ahora se encuentra en una galera esperando a que las autoridades definan su situación jurídica.
No sólo el remordimiento hizo que Tomasa Martínez se entregara a la policía por matar y enterrar a su nieto en el patio de su casa de Tlalpan. Hubo algo más que ya no pudo soportar: el espíritu de Dante Alexander se le apareció en tres ocasiones, según relató la mujer a las autoridades. La última vez fue la madrugada del lunes. De inmediato Tomasa se levantó de la cama y se presentó ante la policía.
La mujer detalló que unos días después de que ocultó el cadáver, vio al espíritu. Dante Alexander, de 3 años, pasó corriendo entre las plantas de la casa de láminas y madera asentada en una zona irregular de la colonia El Zacatón. Al principio creyó que sólo era el momento, pues acababa de sepultar al niño en ese mismo patio; pero, días después, la aparición se repitió: Tomasa oyó las risas del niño. Dice haberlo escuchado en el lugar donde el niño acostumbraba jugar.
Las apariciones no terminaron. La última fue la madrugada del lunes. Ese día, relató, estaba recostada en su cama cuando sintió que algo le toco el hombro. Abrió los ojos y ahí, frente a ella, estaba Dante Alexander observándola. Tomasa decidió entregarse y revelar que el niño no se había extraviado, sino que lo había enterrado en su casa.
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