30 octubre 2009

LA LEYENDA DE LA LLORONA Y SUS POSIBLES REFERENTES DE ORIGEN

Escribió don Artemio de Valle-Arizpe a principios del siglo XX que
"no sólo por la ciudad de México andaba esta mujer extraña (La Llorona), sino que se la veía en varias ciudades del reino. Atravesaba, blanca y doliente, por los campos solitarios; ante su presencia se espantaba el ganado, corría a la desbandada como si lo persiguiesen; a lo largo de los caminos llenos de luna, pasaba su grito; escuchábase su quejumbre lastimera entre el vasto rumor del mar de los árboles de los bosques; se la miraba cruzar, llena de desesperación, por la aridez de los cerros; la habían visto echada al pie de las cruces que se alzaban en las montañas y senderos; caminaba por veredas desviadas y setábase en una peña a sollozar; salía misteriosa de las grutas, de las cuevas en que vivían las feroces animalias del monte; caminaba lenta por las orillas de los ríos, sumando sus gemidos con el rumor sin fin del agua" (Valle-Arizpe, 2007: 22).
La leyenda de la Llorona, en su forma más simple, es la siguiente: La Llorona es la historia de una mujer de tiempos de la Nueva España que, al saberse engañada por el hombre al que ama, se venga de él matando a sus hijos. Cuando repara en lo que ha hecho pierde la razón y muere para después aparecer por las noches penando, dando alaridos por las calles de la ciudad lamentándose por sus hijos muertos. El clásico grito lastimero de la Llorona es ¡ay mis hijos!


La leyenda tiene sus referentes en la tradición prehispánica mexicana, específicamente tolteca, que a su vez configura las tradiciones mexica y maya. Conforme a la cosmovisión prehispánica, las mujeres muertas en el parto son consideradas mujeres divinas, cihuateteo para los nahuas, xtabay para los mayas, ya que han derramado su sangre como los guerreros y los sacrificados al sol. Estas mujeres acompañan a Tonahtiuh, el sol, en su recorrido por el inframundo, sirviéndole y combatiendo junto con él a las fuerzas de la noche. Pero cada 52 años, en los últimos cinco días del año prehispánico, los llamados días nemontemi o días aciagos e inútiles, estas mujeres vuelven al mundo buscando a sus hijos. Por eso los hombres y mujeres les temen en esos días y protegen a sus hijos con máscaras hechas de pencas de maguey (Sodi, 1985: 134).

Además, las crónicas indígenas de la conquista y el testimonio de Bernardino de Sahagún relatan que uno de los presagios, el sexto, que recibió el pueblo de Tenochtitlan de su caída fue la aparición de la Cihuacóatl, la madre de los dioses tutelares de la ciudad, gimiendo y lamentándose por sus hijos: "¡Oh, hijos míos, ya nos perdemos! Algunas veces decía: ¡Oh, hijos míos!, ¿dónde os llevaré?" (Sahagún, 2002: 1162).

La herencia europea del mestizaje mexicano por parte de los españoles y portugueses aporta, con mucha probabilidad, los elementos que remiten a la mitología griega y, sin duda alguna, el referente judeocristiano.
La mitología griega muestra cuatro personajes que en la Llorona se vuelven uno sólo: Hécate, Mormo o Mormólice, Lamia o Síbaris y Gelo.
Hécate es la diosa de los infiernos que conduce las almas de los muertos y cuando pasea por los caminos y ciudades los perros aúllan porque ven a los muertos. Hécate es la diosa de la hechicería y se le representaba con tres caras: una de mujer, otra de perro y otra de caballo (Grimal, 1997: 127).
Mormo es un fantasma de una mujer que muerde y chupa la sangre, y las matronas griegas asustaban a los niños con esta historia (Grimal, 1997: 203).
Lamia o Síbaris es una joven de la que se enamora Zeus y tiene un hijo con ella. Hera, en represalia, mata al hijo del adulterio y esto enloquece a Lamia. Ésta, desesperada, se transforma en un monstruo y, por envidia, devora a los niños de las madres que viven felices con ellos (Garibay, 2003: 222).
Por último, Gelo es el fantasma de una joven de Lesbos que, muerta de mala muerte, vuelve de la muerte para perseguir y llevarse a los niños, además de maleficar a la gente (Garibay, 2003: 161)
Por último, existe un referente antiguo, bíblico, de tradición judeocristiana. El texto de Jeremías sobre el exilio a Babilonia expresa cómo Raquel llora por sus hijos muertos y no quiere que le consuelen, porque ya están muertos (cfr. Jr. 31, 15). Este texto se retoma en el evangelio de Mateo con el pasaje de la matanza de los inocentes por Herodes (cfr. Mt. 2, 13-18) y remiten a esta idea de terrible dolor de la madre que llora a sus hijos muertos como la tragedia más grande que alguien podría vivir.

Escucha el relato de Radio INAH aquí:

No hay comentarios:

Publicar un comentario