06 noviembre 2010

EL SOLDADO


En el noreste de Saltillo existieron, desde tiempos de la fundación de la ciudad, a finales del siglo XVI, campos de cultivo e incipientes fábricas gracias a la abundancia de agua en esa zona del actual municipio. Juan Navarro construyó ahí uno de los primeros acueductos de la ciudad, donde se originó la expresión de las “aguas navarreñas”.

En esta parte de la ciudad, en lo que ahora es la colonia Libertad, se construyó hacia 1891 la fábrica textil “La Libertad” y a su alrededor se construyeron las casas de los trabajadores, lo que es típico del desarrollo industrial del siglo XIX.

Los habitantes de esta colonia, otrora ejido, platican que en épocas de la revolución el edificio de la fábrica se empleó como cuartel militar. Luego la fábrica cerró y la maquinaria se sepultó bajo el edificio y se echó cemento. El agua dejó de fluir en abundancia conforme avanzó la urbanización y se perforaron pozos para abastecer la creciente ciudad. El acueducto, que concluía en la fábrica, quedo seco, testigo mudo del paso del tiempo en la ciudad.

En la década de los 80s el edificio se destinó, en una parte, a la Casa Hogar de los Pequeños y el otro lado a una casa de retiros para matrimonios que luego se convirtió en seminario, de 1989 al 2009, estuvo ahí el Curso Introductorio del seminario.

Esas 20 generaciones de seminaristas que pasaron por ahí, la gente que trabajó en el lugar y que aún vive en el lugar, narran la presencia de un hombre al que han denominado “el soldado”, porque quienes lo han visto afirman que viste como militar y otros más dicen haber oído ruido de botas que marchan, como los soldados.

Don Enrique Vásquez, que fue trabajador de la fábrica, comisariado ejidal de “La Libertad”, y trabajó en el seminario hasta su muerte, contaba un sin fin de historias relacionadas con “el soldado”. Una de las más impresionantes es la de un cerrajero que fue un fin de semana a arreglar las chapas de unas puertas, mientras los seminaristas no se encontraban ahí.

El cerrajero necesitaba unas pinzas, que no llevaba, y don Enrique se ofreció a prestarle unas que tenía en su casa. La casa de don Enrique se encontraba a un lado del edificio del seminario. No tardó ni cinco minutos y al volver se encontró con el cerrajero en la puerta. Al preguntarle qué hacía ahí, si ya había terminado, el cerrajero le dijo que lo habían asustado ahí dentro.

Hubo quienes afirmaban que las cortinas de las habitaciones se movían solas, sin corrientes de aire que las agitaran. A otros los molestaban al dormir, se les sentaban en las camas, los tocaban y hasta rasguñaban, a otros les movían las cosas de su lugar, les apagaban las luces... en fin.

En una ocasión, dos compañeros que vivían en el mismo cuarto, oyeron una noche pasos en el corredor de las habitaciones. Pensaron, que era otro compañero que acostumbraba salir de su cuarto a la cocina y pensaron asustarlo. Lentamente, uno de ellos abrió la puerta mientras el otro se asomaba por la ventanilla del baño. ¡Cuál fue su sorpresa al percatarse que el pasillo estaba vacío!

Las historias de este edificio no paran ahí. Uno de los padres que estuvo laborando ahí cuenta que uno de sus hermanos fue con él a pinar y arreglar su habitación y llevaba a su hijo pequeño. Mientras los adultos trabajaban, el niño jugaba, corría, iba y venía por todo el edificio. En un momento, el niño empezó a llorar. Su papá, pensó que se había caído o golpeado con algo. Allá fue a verlo y al preguntarle qué pasaba, el niño respondió que porque el otro niño no quería jugar con él... pero en el edificio no había nadie. Varios seminaristas comentaron que llegaron a ver pequeñas manitas de niños marcadas en las toallas de los baños.

Muchos testimonios hay de haber visto personas extrañas que desaparecían de pronto, sombras que cruzaban los pasillos, patios o en la huerta. Don Enrique llegó a comentar que hubo quienes veían también a una mujer de blanco que caminaba a lo largo del acueducto.

El lugar sigue ahí, invitando a ser recorrido. Quién sabe y con qué puedas encontrarte tú.

Puedes escuchar el audio de esta historia en el podcast, en el siguiente enlace: