03 noviembre 2009

LOS MUERTOS Y LAS CARRETERAS

En cualquier fecha vemos por algunos lugares del país ciertos monumentos a los que prestamos poca o ninguna atención porque ya forman parte integral del paisaje. Sin importar tamaño, color o estilo, son muy numerosos y en cierto modo están dedicados a la muerte como recordatorios de que siempre se halla presente y en ocasiones ronda algunos tramos de la carretera.

Cuántas veces advertimos puntos específicos donde estos altares o “tumbas” se distancian pocos metros entre sí a un lado de la cinta asfáltica para indicar que allí han perecido conductores descuidados, y en otros porque el trazo mismo del camino se torna peligroso.

Esas “tumbas”, muchas sin inscripción y todas vacías, sin duda tienen un mayor impacto que los monumentos al conductor irresponsable que la Policía Federal de Caminos acostumbra colocar estratégicamente en temporada vacacional para concientizar a los turistas.

Vale la pena notar el respeto a dichos altares, en particular cuando se expande alguna carretera para agregarle carriles, pues salvo casos muy excepcionales, rara vez son removidos de su sitio; aun en las autopistas de cuota se permite levantar tales monumentos después de un funesto accidente.

¿Alguien se ha preguntado qué sucede con esas “tumbas” durante los Días de Muertos? ¿Son visitadas por familiares y amigos para decorarlas con algu-na ofrenda? La respuesta parece sencilla, pero casi todas continúan tan solitarias como los otros 363 días del año en la categoría de “la tumba olvidada”.

Manejar por nuestras carreteras los primeros días de noviembre puede despejarnos algunas dudas. Nos percataremos que a la mayoría de esos altares les falta el alegre color dorado de los cempasúchiles o el púrpura de las patas de león. Puede ser que los familiares del “difunto” vivan a muchos kilómetros y no tengan los recursos ni el tiempo para trasladarse a ese sitio, además de que prefieren llevarle su ofrenda a la tumba del cementerio.

Sin embargo, a veces uno encuentra las agujas en el pajar y algunas de esas “tumbas sin difunto” muestran decoraciones, lo cual indica que el trágico suceso fue reciente o que los deudos viven en las cercanías y se toman el tiempo de ir al lugar de los hechos para arreglar el altar, dejarle una ofrenda y mantener el recuerdo del ser querido.

Así, confirmamos una vez más que las expresiones rituales en México son muy variadas y que la fiesta de muertos se siente por doquier, aunque en la mayoría de los casos los monumentos carreteros dedicados a la muerte parezcan olvidados.
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Mi mamá me contó que en una ocasión, durante un viaje nocturno, se veía a lo lejos una veladora encendida en una de estas cruces en la carretera, viniendo de Parras a Saltillo. Al pasar junto al cruz, no había veladora alguna...

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