07 abril 2010

SUCEDIÓ EN PUENTE MORENO


Texto de Edith Mendoza.

En un pueblo tan apegado a las costumbres y tradiciones católicas y donde las peregrinaciones son comunes, los creyentes se someten a torturas para agradar al santo de su devoción y saldar sus “mandas”; pero el pago exigido el 5 de octubre del 1972 fue mucho más de lo que cualquier peregrino imaginó.

Ya han transcurrido casi 38 años de aquella tragedia ferrocarrilera en Puente Moreno, a unos minutos de Saltillo; y sobre las causas que lo originaron y sobre sus víctimas mucho ha quedado en el aire. En concreto, nada fue esclarecido.
El maquinista, Melchor Sánchez Echeverría; el conductor, Jesús Rocha Serna; el fogonero, Ignacio Carrizales García, y los garroteros Juan Juárez Alvarado y Pedro Rodríguez Barbosa llevaban a su cargo 22 vagones de un ferrocarril que tenía más de 30 años de antigüedad –por lo tanto inseguro–, y a unos 2 mil pasajeros. Los tripulantes salieron prácticamente ilesos.

Los hechos ocurrieron a 7 kilómetros de Saltillo, en el Puente Moreno, poco después de la estación La Encantada y La Angostura. La mole de hierro alcanzó una velocidad de 120 kilómetros por hora cuando la permitida era de 60. El descarrilamiento del tren fue tan violento, que las máquinas quedaron recostadas sobre la tierra y los coches terminaron su carrera uno sobre otro y entre ellos cientos de personas muertas.


Pero hoy todavía hay cabos sin atar. Medios de comunicación impresos en esa época, guiados por las versiones oficiales, dieron a conocer cifras que distaban mucho de la realidad y señalaban a los maquinistas como los presuntos responsables de la tragedia.

Víctor Manuel Villaseñor, entonces director de Ferrocarriles Nacionales de México, escribió el libro “Memorias de un Hombre de Izquierda”, en el que cuenta que la madrugada del 6 de octubre de ese año fue notificado de la tragedia y llegó de inmediato a Coahuila a bordo de una avioneta.

Cada furgón tenía capacidad para 88 pasajeros, pero todos llevaban un sobrecupo no especificado. Era, incluso, imposible transitar por ellos, por lo que se calcula que el número de viajeros no podría ser menor a 2 mil.

Tras la tragedia, los rumores y las hipótesis de las causas corrieron como reguero de pólvora. Se hablaba hasta de una “orgía de borrachos” entre los maquinistas del tren.

Sin embargo, en el libro se narra que los peritajes médicos a Luis Morales Benavides y a los maquinistas, fogoneros y garroteros resultaron negativo en exámenes de alcohol en la sangre. El autor señala que solicitó un nuevo reporte al Instituto Tecnológico local, que presuntamente sí comprobaba esa hipótesis.

El especialista que realizó los primeros exámenes –y sostuvo su versión en todo momento–, fue cesado de sus funciones. En tanto, a la tripulación se le acusó –sin comprobársele– que llevaba mujeres en la cabina. Algunos sobrevivientes rechazaron esa posibilidad, y por el contrario, señalaron como principal factor del accidente el uso de máquinas viejas.

Ningún documento oficial respalda lo dicho por los ferrocarrileros, quienes finalmente fueron procesados y condenados. Aunque luego de 9 años de lucha y gestión impulsada por líderes sindicales obtuvieron su libertad.

En una entrevista que concedió Sánchez Echeverría ya en libertad, insistió en que el percance de debió a una falla en el sistema de frenos.

Los carros eran jalados por dos máquinas, que presuntamente no contaban con freno dinámico para detener el tren en una pendiente.


Oficialmente la cifra de muertos fue de 213. La cifra extraoficial registrada por el Sindicato de Trabajadores Ferroviarios de la República Mexicana apuntaba a mil 112.

Luego del sonido de las sirenas en la ciudad, comenzó a propagarse rápidamente la noticia del descarrilamiento y de su magnitud.

El entonces Alcalde de Saltillo, Arturo Berrueto González, dijo que desde el primer momento en que se tuvo conocimiento del lamentable suceso que enlutó a tantas familias se tomaron acciones concernientes a auxiliar en todo momento a las víctimas.

Luis Echeverría Álvarez, entonces Presidente de México, expresó su consternación por la tragedia del tren que procedía de San Luis Potosí.

Escuelas y facultades de Saltillo suspendieron clases. La Rectoría de la Universidad pidió al estudiantado que prestara auxilio en labores de recuperación de muertos y heridos en la tragedia.

Publicaciones de esos días aseguran que, según el estudio técnico levantado por los funcionarios de Ferrocarriles Nacionales de México, el trágico suceso sobrevino a las 22:53 horas.

El accidente provocó la movilización de cientos de voluntarios. Muchas víctimas perecieron a causa de los golpes recibidos tras el impacto, muchas otras a causa del incendio que se desató tras el descarrilamiento.

La tragedia conmovió al mundo, importantes espacios en los medios de comunicación del país y del extranjero fueron ocupados por la noticia y las condolencias a los familiares de las víctimas. La pérdida fue enorme e irreparable.

El trenazo de Puente Moreno, suscitado cuando “El Tren Peregrino” regresaba de Real de Catorce, fue noticia también los días subsecuentes a la tragedia, pues el número de víctimas aumentaba conforme se removían las láminas de los carros del convoy.

El “Sol de México”, por ejemplo, destacó la velocidad a la que se desplazaba el tren. El diario francés “Le Monde”, también consignó en un pequeño espacio de su portada información sobre el percance, en el que reportaba decenas de personas muertas y cientos de heridos.

Partidos políticos, organismos empresariales de la Iniciativa Privada, instancias gubernamentales y hasta el papa Paulo VI, desde el Vaticano, se unieron en la pena.

“Vivamente apenado desastre ferroviario cercanías esa ciudad, santo padre, asegurando sufragio víctimas, ruégole expresar paterna condolencias a familiares y hacer llegar palabras cristiano consuelo, con votos rápido restablecimiento a heridos”, decía el telegrama firmado por Cardenal Vollot desde Roma.

Hubo de todo, pero la labor humanitaria prevaleció. Muchos choferes de taxis y de servicios particulares ofrecieron sus unidades para trasportar a los heridos.

Los hospitales de Saltillo poco a poco se fueron llenando de gente que reclamaba información sobre las víctimas. Las listas de heridos y fallecidos a los que fue posible identificar, comenzaron a aparecer en los medios impresos.

A la falta de camas necesarias para atender al gran número de lesionados se improvisaron lechos en todos los posibles lugares en los hospitales. El propósito era prestarles atención médica inmediata y aliviar su dolor.

Fue un trabajo en equipo, arduo, donde se optimizaba el material que se tenía. Incluso, 82 reos donaron sangre para los heridos.


Aún a meses de la tragedia, hubo quienes aseguraron que cada noche Puente Moreno se estremecía. Los llantos y quejidos de los cientos de almas que se perdieron se volvían a escuchar. Lo cierto es que dejaron un luto que difícilmente quedará en el olvido.


El grupo saltillense GIHPS produjo un DVD con la investigación histórica y paranormal del suceso... aquí una muestra: