Estaba en un largo pasillo oscuro y llevaba una vela encendida. Tenía miedo de cruzarlo, así que avancé despacio. De pronto escuché que un niño se reía. Era una risa rara, un poco macabra. En eso, una racha de viento helado apagó i vela y, en la oscuridad, brilló una cara que no tenía cuerpo. Era un niño muy pálido y delgado, con grandes ojeras. El niño abrió la boca y gritó: ¡Sálvame!
Desperté en ese momento, muy asustado. había sido una pesadilla. Estaba en mi cama, a salvo. Al cabo de algunos minutos me volvía dormir.
A la mañana siguiente, mientras me estaba vistiendo para ir a la escuela, mi computadora se prendió sola. Y entonces, en el monitor apareció sobre la pantalla negra una sola palabra: ¡Sálvame! Apagué la compu con el corazón latiéndome a mil. No entendía qué estaba pasando.
Ese día llegué a la escuela más temprano y mi salón estaba vacío cuando entré. Entonces miré al pizarrón y pude ver claramente que ahí se escribía sola la maldita palabra: ¡Sálvame! Pero eso no fue todo. Durante toda la mañana, cada vez que abría un cuaderno, veía escrita la misma palabra: ¡Sálvame!
A la salida ya estaba totalmente nervioso, así que decidí darme una vuelta por el parque antes de llegar a casa para calmarme un poco. ¿Qué estaba pasando? estaba recibiendo un mensaje, ¿pero de quién?
Cuando llegué al parque me encaminé hacia la zona de los columpios, pero todos estaban enredados, no se podían usar. Todos, menos uno. Pero en él se mecía, lentamente, un niño. Me acerqué a él. Ahora sé que no debí hacerlo. Debí haber huido cuando me di cuenta de que tenía la misma cara que había soñado en mi pesadilla la noche anterior.
-No estoy muerto-, dijo como si hubiera leído mi pensamiento.
-Estoy maldito. Me condenaron a quedarme aquí porque siempre me portaba muy mal. Llevo mucho tiempo aquí. Nadie puede verme, solo tú.
-¿Y por qué yo?- pregunté.
-Porque tú también te llamas Rodolfo.
-¿Tú me enviaste mensajes?- quise saber.
-Sí. Por favor ¡sálvame!
-¿Pero qué puedo hacer?- pregunté.
-Solo ven y siéntate aquí en el columpio. Yo te meceré. Verán que tengo un amigo, que no soy tan malo, y me dejarán ir.
Así lo hice. Rodolfo se levantó del columpio y yo me senté en su lugar, pero me quedé pegado en el asiento metálico, ¡no me podía levantar!
-¡Rodolfo, estoy pegado al columpio!
-Y ahí te quedarás. Yo tomaré tu lugar, me convertiré en ti y tú te convertirás en mí. Pasará mucho tiempo antes de que alguien venga a salvarte. Es la única forma de escapar a esa maldición.
-Oye, no, ¡regresa!- grité al ver que tomaba mi mochila y se disponía a irse. Él volteó. Y entonces me di cuenta de que se había convertido en mí. Luego miré mis manos. Estaban flacas y tenían la piel muy pálida. Toqué mi cara. Estaba en los huesos. ¡Me había convertido en él!
-Adiós Rodolfo-, me dijo. Gracias por salvarme.
Se alejó riendo. Era la misma risa macabra que yo había escuchado en mi pesadilla. Pero eso fue hace mucho tiempo, cuando yo era un niño normal, antes de que cambiara mi lugar y mi vida con alguien.
Tomado de: OBÓN, Pilar (2010): <<¡Sálvame!>> en Universo Big Bang. Los mejores 100 Para no dormir, Edición Especial núm. 2, p. 13.