03 noviembre 2009

NACIDOS EL 2 DE NOVIEMBRE

Dicen que las personas que nacen en el día de muertos adquieren el "don"? de ver a los muertos durante su vida.

¿Será? Tengo una prima que nació en ese día, pero la festejan siempre en el 3 de noviembre. Hasta el día de hoy nunca ha dicho que pueda verlos.

Pero conozco a una persona que sí puede verlos, incluso en una ocasión que hablaba con ella, en diciembre de 2006, unos días antes de Navidad, me dijo que había un familiar mío, muerto, que le hablaba y quería decirme unas cosas. Describió a la persona y su descripción concordaba con la de mi abuela muerta en 1994. Esa ocasión mi abuela mandaba decir que mi hermano no tardaba en casarse. En Marzo de 2007 mi hermano anunció su boda, que se realizó felizmente en julio de ese año...

Léanse el cuento "Día de muertos" de Juan Eugenio Gómez Cossío, que recupera estas tradiciones sobre los que nacen el 2 de noviembre y ven a los muertos. Pueden descargárselo en formato pdf en el siguiente link:


http://www.4shared.com/office/8fhtf7LF/DA_DE_MUERTOS.html

El cuento está tomado de:
GÓMEZ COSSÍO, Juan Eugenio (1999): «Día de muertos» en  Julio Torri. ganadores y menciones del premio estatal 1994-1999  ( MERAZ, César e Instituto Coahuilense de Cultura [eds.]), Monterrey: Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Coahuila.


LOS MUERTOS Y LAS CARRETERAS

En cualquier fecha vemos por algunos lugares del país ciertos monumentos a los que prestamos poca o ninguna atención porque ya forman parte integral del paisaje. Sin importar tamaño, color o estilo, son muy numerosos y en cierto modo están dedicados a la muerte como recordatorios de que siempre se halla presente y en ocasiones ronda algunos tramos de la carretera.

Cuántas veces advertimos puntos específicos donde estos altares o “tumbas” se distancian pocos metros entre sí a un lado de la cinta asfáltica para indicar que allí han perecido conductores descuidados, y en otros porque el trazo mismo del camino se torna peligroso.

Esas “tumbas”, muchas sin inscripción y todas vacías, sin duda tienen un mayor impacto que los monumentos al conductor irresponsable que la Policía Federal de Caminos acostumbra colocar estratégicamente en temporada vacacional para concientizar a los turistas.

Vale la pena notar el respeto a dichos altares, en particular cuando se expande alguna carretera para agregarle carriles, pues salvo casos muy excepcionales, rara vez son removidos de su sitio; aun en las autopistas de cuota se permite levantar tales monumentos después de un funesto accidente.

¿Alguien se ha preguntado qué sucede con esas “tumbas” durante los Días de Muertos? ¿Son visitadas por familiares y amigos para decorarlas con algu-na ofrenda? La respuesta parece sencilla, pero casi todas continúan tan solitarias como los otros 363 días del año en la categoría de “la tumba olvidada”.

Manejar por nuestras carreteras los primeros días de noviembre puede despejarnos algunas dudas. Nos percataremos que a la mayoría de esos altares les falta el alegre color dorado de los cempasúchiles o el púrpura de las patas de león. Puede ser que los familiares del “difunto” vivan a muchos kilómetros y no tengan los recursos ni el tiempo para trasladarse a ese sitio, además de que prefieren llevarle su ofrenda a la tumba del cementerio.

Sin embargo, a veces uno encuentra las agujas en el pajar y algunas de esas “tumbas sin difunto” muestran decoraciones, lo cual indica que el trágico suceso fue reciente o que los deudos viven en las cercanías y se toman el tiempo de ir al lugar de los hechos para arreglar el altar, dejarle una ofrenda y mantener el recuerdo del ser querido.

Así, confirmamos una vez más que las expresiones rituales en México son muy variadas y que la fiesta de muertos se siente por doquier, aunque en la mayoría de los casos los monumentos carreteros dedicados a la muerte parezcan olvidados.
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Mi mamá me contó que en una ocasión, durante un viaje nocturno, se veía a lo lejos una veladora encendida en una de estas cruces en la carretera, viniendo de Parras a Saltillo. Al pasar junto al cruz, no había veladora alguna...

NOCHE DE MUERTOS

Los habitantes de Janitizio participan en un rito tradicional que es un deber sagrado, el cual honra por igual a vivos y muertos. Mujeres y niños de la isla llegan al panteón y se dirigen hacia las tumbas de sus antepasados bajo un silencio que contrasta con la luz de las velas, mientras colocan los alimentos predilectos de sus difuntos y su petate. A diferencia de lo que ocurre en Janitizio, los habitantes de Tzintzuntzan se esmeran en elaborar los mejores productos artesanales -loza negra y vidriada, loza blanca, ángeles de paja, frutas y madera tallada- para colocarlos en las ofrendas. En Jarácuaro las tradiciones son más puras: se coloca un arco de flores por cada barrio de la isla y la danza se convierte en la luz de la plaza principal.

La ceremonia actual de velación de la Noche de Muertos se deriva de la conquista espiritual que llevaron a cabo los encomenderos españoles y colonizadores en Michoacán. Entre los antiguos mexicanos se realizaban significativos rituales alrededor de la muerte, los cuales impresionaron tanto a los primeros conquistadores que, a través de la evangelización, introdujeron nuevas ideas, dando lugar a un sincretismo religioso muy marcado. Antiguamente, Tirepitío era un importante centro religioso dedicado a los antepasados. Ahí se ofrendaban flores amarillas (cempásúchil) y en el día consagrado a los muertos los mexicas subían al techo de su casa y gritaban el nombre de sus antepasados (dioses primigenios) mirando hacia el norte, para que recibieran los alimentos que habían puesto en la puerta. Durante la Colonia la costumbre se fue arraigando poco a poco en Michoacán, a tal punto que actualmente es el centro de atención de nacionales y extranjeros.

Un altar de muerto, su color, su aroma, su luz y su contraste motivan a no quitar la vista de cada uno de sus elementos. en cada región el altar representa la bienvenida a los muertitos que vienen de visita después de un largo recorrido por el Más Allá. Los elementos que conforman un altar no son casuales: el agua, que siomboliza la fuente de la vida, se ofrece a las almas para mitigar su sed y que se fortalezca para el viaje de regreso; antiguamente se utilizaban rajas de ocote prendidas, pero hoy en día -especialmente por la noche- se encienden velas, veladoras o cirios, cuya flama representa la fe y esperanza e ilumina el camino para que los difuntos encuentren su antigua casa terrenal. El petate ofrece descanso, y el banquete se complementa con pan de muerto, panes redondos y de color rosado, que junto con las cañas simbolizan los huesos de los muertos. En cada altar se suele colocar, además, una foto y ropa del muertito para que éste lo identifique fácilmente.

La noche de primero de noviembre los tarascos celebran el "terúscan" (rapiña organizada con permiso de las autoridades), un juego ritual en el que un prioste (guía que es nombrado el 19 de marzo y se encarga de coordinar las celebraciones) acompaña a los jovenes del poblado a tomar a escondidas las mazaorcas de maíz, chayotes, calabazas y flores que se encuentran en los sembradíos y techos de las casas. Mientras, los ancianos esperan en el atrio de la iglesia o en la Huatapera para coer lo recolectado y distribuirlo entre todos para realizar un convivio. Al día siguiente se recoge la Ofrenda de los Frutos de la Cosecha (Camperi) solicitando en voz alta "¡Camperi, Camperi, Camperi!" y se entrega lo obtenido al sacerdote, quien dice los responsos en el templo esa misma tarde.

Aunque las particularidades de esta tradición varían en las distintas regiones, siempre está acompañada de alegría, recuerdos, danza, cantos, plegarias, juegos y comida, con lo cual la muerte se torna un hecho inolvidable pero no temible, una pérdida corporal pero no una tragedia que implique un drama nostálgico; a contrario: es una fiesta por los que ya no estan pero una vez al año regresan de visita, sin necesidad de un mapa, guiados por el reflejo del lago de Pátzcuaro, para ubicar un camino encendido de velas y cantos. Y todo el mundo se esmera como anfritión, con lo mejor que tenga, porque luego de la corta visita los difuntos continuarán su camino en el Más Allá... hasta el siguiente noviembre.

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LOS MUERTOS SALEN DE SUS TUMBAS EN POMUCH CAMPECHE

En las casas las ofrendas se acomodan con la comida preferida de los difuntos. En el centro se coloca el principal manjar, el sagrado pibipollo, gran tamal redondo horneado bajo tierra con carnes en guiso de achiote y recado o condimentos.

En las panaderías se hornea el que ha sido llamado el mejor pan de la península de Yucatán, y al panteón, uno tras otro, llegan los tricitaxis repletos de gente y de flores. Entre el laberinto de osarios se reza, se platica con los idos. Bajo el árbol que da sombra en el centro del camposanto el sacerdote del pueblo celebra la misa, tolerante con las exhumaciones, limpiadas de huesos y demás tradiciones únicas en México, acostumbrado a ver por todo el panteón cráneos y costillas con carne y sin ella. Nadie se asombra en Pomuch, así ha sido por muchos años.

Los pomucheños, de facciones mayas, saturan los angostos pasillos entre los osarios. Muchos rezan, pero otros, presurosos, apenas arreglan su osario, lo que la mayoría hizo días antes. Así indica la tradición, como indica también que a los tres años de sepultado hay que sacar los restos del pariente para colocarlos en un osario. Algunos dicen que es tradición maya darle aire a los restos y sentirlos cerca. Otros refutan que es necesidad, pues en el suelo calizo y duro de Campeche los espacios son caros, se renta el suelo y se desocupa a los tres años.

Los restos han de salir entonces como estén, en ocasiones completos, que son los cuerpos de los que se dice tomaron mucha medicina antes. Como salgan se fraccionan para acomodarlos en una caja y colocarlos en el osario; el tiempo los irá reduciendo poco a poco y un día serán huesos que en las manos, brochas y cepillos de sus familiares, lucirán una blancura reluciente.

Desde unos cinco días antes del 2 de noviembre, con devoción los parientes hicieron el arreglo anual del osario familiar. Una mano de pintura con colores tanto chillantes como pastel los dejó luciendo nuevos. Algunos simulan, por su forma y decorado, tiendas y casas miniatura. Uno por uno limpiaron cráneos, costillas, fémures y todos los huesos de los familiares –tan bien identificados que incluso al revolverse saben cuál es de la tía y cuál del abuelo–.

Quitaron el lienzo sucio del año pasado y colocaron uno nuevo. Todas las servilletas tienen bordados, unos hechos a mano, como eran todos antes y la mayoría a máquina. Así se estampan flores, ángeles, palomas... figuras que van de acuerdo con la edad y personalidad de quien allí reposa, y también sus nombres y apellidos, que suenan orientales, mayas, Chan, Cen, Kin...

El color y la dulzura de los bordados contrasta y choca a quien es ajeno a esta tradición, con la visión del interior del osario, donde fueron colocados con delicada ternura los huesos, los blancos y relucientes, los opacos y porosos por viejos y los oscuros por el tejido aún adherido a ellos, que son los más recientes.

Cajitas de madera de quien tiene más recursos y de cartón con la marca de unas galletas o de un detergente se convierten en los nuevos ataúdes. Al “bañarlo y arroparlo” así, al difunto no le quedan dudas de que lo quieren, dicen los lugareños.

Las otras muertas, las flores deshojadas, también son retiradas para dejar espacio a las llenas de vida. Finalmente, la luz, las veladoras que alumbran esas cuevitas sagradas que son los osarios, donde duermen el sueño eterno los pomucheños fuera de la prisión de la tierra, más cerca de sus parientes.

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DOS FANTASMAS DE LA ÉPOCA CLÁSICA

1. Suetonio escribió en la Vida de los Doce Césares, sobre Calígula y su muerte:
El 9 de las calendas de febrero, cerca de la hora séptima, mientras dudaba si se levantaría para comer, porque tenía el estómago cargado aún de la comida de la víspera, le decidieron a hacerlo sus amigos y salió. Tenía que pasar por una bóveda, donde se ensayaban entonces algunos niños pertenecientes a las primeras familias del Asia y que él había hecho acudir para desempeñar algunos papeles en los teatros de Roma. Detúvose a contemplarlos y exhortarlos a hacerlo bien, y si su jefe no le hubiese dicho que perecería de frío, ya retrocedía para disponer que comenzase el espectáculo. No están de acuerdo todos acerca de lo que sucedió después: según unos, mientras hablaba con los niños. Querea, colocado a su espalda, le hirió violentamente en el cuello con la espada, gritando: ¡Haced lo mismo! y en el acto el tribuno Cornelio Sabino, otro conjurado, le atravesó el pecho. Pretenden otros que Sabino, después de separar a todos por medio de centuriones que pertenecían a la conjuración, había, según costumbre, preguntado a Calígula la consigna, y que habiéndole dicho este Júpiter, exclamo Querea: Recibe una prueba de su cólera; y le descargó un golpe en la mandíbula en el momento en que volvía la cabeza hacia él. Derribado al suelo y replegado sobre sí mismo, gritó que vivía aún, pero los demás conjurados le dieron treinta puñaladas. La consigna de estos era ¡Repite!, y hasta hubo uno que le hundió el hierro en los órganos genitales. Al primer ruido acudieron a auxiliarle sus porteros con los bastones, así como también los soldados de la guardia germánica, que dieron muerte a varios de los asesinos, y hasta a dos senadores inocentes del crimen.
Vivió Calígula veintinueve años y reinó tres años, diez meses y ocho días. Su cadáver fue llevado en secreto a los jardines Lamianos, lo chamuscaron en una pira improvisada, y lo enterraron luego cubriéndole con un poco de césped. Más adelante sus hermanas, vueltas del destierro, lo hicieron exhumar, lo quemaron y dieron sepultura a sus cenizas. Se asegura que hasta esta época aparecieron fantasmas a los guardias de aquellos jardines, y por la noche, en la casa donde le asesinaron resonaban espantosos ruidos. Su esposa Cesonia murió al mismo tiempo que él, asesinada por un centurión; a su hija la estrellaron contra una pared.

2. Plino el Joven escribió a su amigo Lucio Licinio Sura la siguiente carta:
1. El ocio en que nos encontramos te permite enseñar y a mí aprender. Quisiera saber si los fantasmas tienen algo real, si tienen figura verdadera, si son genios o si no son mas que imágenes que aparecen en una imaginación turbada por el temor.
2. Inclinaríame a creer que existen verdaderos espectros, lo que me han dicho que ocurrió a Curcio Rufo. En el tiempo en que todavía era pobre y oscuro, siguió al África al que le toco en suerte aquel gobierno. Al declinar el día, paseaba en un pórtico, cuando se le presento una mujer de estatura y belleza sobrehumanas: sobrecogióle el temor, y aquella mujer le dijo: -Yo soy el África; vengo a predecirte lo que ha de sucederte. Irás a Roma; desempeñarás los cargos principales, y después vendrás a gobernar esta provincia donde morirás.
3. Todo sucedió conforme predijo: y hasta se cuenta que al llegar a Cartago, al desembarcar, se le presentó otra vez la misma figura y salió a recibirle a la playa. Lo cierto es que cayó enfermo, y que, juzgando del porvenir por el pasado, de la desgracia que le amenazaba por la fortuna que le había favorecido, desesperó desde luego de su curación, a pesar de la esperanza que todos los suyos habían concebido.
4. Pero he aquí otra historia que no te parecerá menos sorprendente y que es mucho mas horrible. Te la referiré como la oí.
5. Había en Atenas una casa muy grande y con muchas comodidades, pero desacreditada y desierta. En el profundo silencio de la noche, oíase ruido de hierros que chocaban entre sí; y si se escuchaba con más atención, rumor de cadenas que al principio parecía venir de lejos y que se acercaba en seguida. A poco veíase un espectro en forma de anciano muy escuálido y abatido, con luenga barba, cabellos erizados y cadenas en los pies y en las manos, sacudiéndolas fuertemente.
6. De aquí noches espantosas y sin sueño para los que habitaban aquella casa: a la larga, el insomnio acarreaba enfermedad, redoblaba el terror y producía la muerte; porque durante el día, aunque el espectro no se presentaba, la impresión causada lo reproducía ante los ojos constantemente y el temor primero daba origen a otro. Al fin quedo abandonada la casa y entregada completamente al fantasma. Anunciose, sin embargo, que se alquilaba o vendía, creyendo que alguno, ignorante de lo que contenía, podría ser engañado.
7. Fue a Atenas el filosofo Atenodoro; vio el anuncio y pregunto el precio. La baratura le hizo desconfiar: informose, le enteraron del caso, y, lejos de disuadirle del contrato, insto para terminarlo cuanto antes. Alojóse en la casa, y al oscurecer dispuso que le colocasen el lecho en las cámaras anteriores, que le trajesen tablillas, stilo y luz, y que se retirase la servidumbre a lo último de la casa. Por su parte, para evitar que, libre su imaginación, a merced de frívolos temores, crease fantasmas, aplico su atención, sus ojos y su mano a la escritura.
8. Al cerrar la noche, profundo silencio reina en aquella casa como en todas partes. En seguida oyó chocar hierros y cadenas. No levanto los ojos ni abandono el stilo, sino que se afirmo y esforzó en dominar sus oídos. El ruido aumenta, se acerca; parece que lo hacen en la puerta de la cámara; y al fin en la cámara misma. Mira, y ve al espectro tal como si nada ocurriese. El espectro comenzó de nuevo su estrépito de cadenas, que hizo sonar en los oídos del filósofo.
9. Éste miro otra vez y vio que continuaba llamándole con el dedo: entonces, sin esperar mas, se levanto, cogió la luz y le siguió:
10. El fantasma caminaba con paso lento, como si le abrumase el peso de las cadenas. Cuando llego al patio de la casa, desapareció de pronto, dejando allí al filosofo, que recogió hierbas y hojas colocándolas en el punto donde le había dejado para reconocerle.
11. A la mañana siguiente se presento a los magistrados y les suplico que mandasen cavar en aquel punto: hiciéronlo, y encontraron huesos trabados todavía con cadenas; el tiempo había consumido las carnes. Después de reunirlos con mucho cuidado, los enterraron públicamente; y desde que tributaron al muerto los últimos deberes, no turbó ya la tranquilidad de la casa.
12. Esto lo creo bajo la fe de otro; pero he aquí lo que puedo asegurar a los otros bajo la mía. Tengo un liberto llamado Marco, que no carece de instrucción; estaba acostado con un hermano suyo muy joven, y le pareció ver a uno sentado en el lecho, que acercaba tijeras a su cabeza y hasta que le cortaba cabellos encima de la frente. Cuando amaneció vio que tenía rasurada la parte superior de la cabeza, encontrándose los cabellos esparcidos en derredor suyo.
13. Poco después ocurrió el mismo lance a un criado mío, no permitiéndome ya dudar de la verdad del otro. Dormía con sus compañeros un esclavo joven en el paraje que les esta destinado: dos hombres vestidos de blanco (así lo referían) entraron por las ventanas, le rasuraron la cabeza mientras estaba acostado, y se marcharon como habían venido. Cuando amaneció, le encontraron rasurado como habían visto al otro, y desparramados en el suelo los cabellos que le habían cortado.
14. Estos lances no tuvieron otras consecuencias que las de no ser yo acusado ante Domiciano, bajo cuyo imperio acontecieron. No habría escapado yo, si aquel hubiese vivido, porque se encontró en su cartera una orden dada contra mí por Caro. Puede deducirse de aquí que, como acostumbran los acusados descuidar el cabello y dejarlo crecer, los que lo cortaban a mis criados indicaban que estaba yo fuera de peligro.
15. Suplícote, pues, que despliegues todo tu saber. El asunto merece profunda meditación, y tal vez no soy yo indigno de que me ilustres con tus luces.
16. Si, según tu costumbre, vacilas entre opiniones contrarias, haz, sin embargo, que la balanza se incline a un lado, para no dejarme suspenso, porque te consulto para no ser consultado. Adiós.