En esta noche, las ánimas de los fallecidos tendrían autorización
para caminar entre los vivos; volvían a visitar sus familias y sus viejas casas
para calentarse a un lado del fuego y comer de los alimentos que con cariño les
tienen preparados los parientes para mantenerlos.
Y para alejar a los malos espíritus de los hogares, dejaban comida fuera.
El Papa Bonifacio IV, en 615, transformó el pantheón de Agripa en el templo cristiano de Todos los Santos para celebrar el 13 de mayo a la Virgen María y todos los mártires, que los habían precedido en la fe.
Gregorio III en 741 traslada la fiesta de mayo al al 1 de noviembre, intentando cristianizar la tradición del samhain celta. Y Gregorio IV extendió la celebración del 1 de noviembre a toda la Iglesia, a mediados del siglo IX.
Como fiesta mayor, ésta también tuvo su celebración vespertina en la vigilia para preparar la fiesta.
Esta vigilia vespertina del día anterior a la fiesta de Todos los Santos, dentro de la cultura inglesa se tradujo al inglés como “All Hallow's Eve” Con el paso del tiempo su pronunciación fue cambiando hasta llegar a la de Halloween.
El cristianismo acabó adoptando esta fiesta celtas, designando
el primero de noviembre como día de Todos los Santos, y en el siglo XII, al día
siguiente como día de Difuntos.
Los celtas ponían velas rudimentarias en el interior de las calaveras
de los enemigos muertos, colocándolas en los cruces de caminos, a las afueras y
en las murallas de sus castros, con el objeto de horrorizar los enemigos, para asombro
y veneración de sus gentes y para conjurar los peligros de la celebración.
La noche de
Samhain se practicaban ritos adivinatorios que hacían referencia a la previsión
del tiempo, a los matrimonios y a la fortuna del año que entraba.
Por ejemplo
al pelar una manzana se podía hacer una adivinación sobre la duración de la
vida: cuanto más largo era el trozo de piel que se conseguía cortar sin romper más
larga seria la vida de quien la pelaba. Las abuelas cuentan que cuando eran jóvenes,
las muchachas del pueblo grababan en las avellanas el nombre de los hombres que
todavía eran solteros y luego las tiraban al fuego; la avellana que saltaba
fuera de las llamas indicaba a cada muchacha cual iba a ser su futuro esposo.
En Escocia,
durante la noche de Samhain, las personas enterraban algunas piedras en la
tierra, luego las cubrían con las cenizas de la chimenea y a la mañana
siguiente iban a examinarlas: si una piedra se había movido, significaba que la
persona que la había enterrado moriría antes de que acabara el año.
Durante un tiempo, también en Escocia, se solía colgar, en señal de bienvenida, quinqués fuera de la casa para indicar el camino a los espíritus, y se dejaban las mesas preparadas para que pudieran comer algo.
Como todas
las fiestas céltas, también el Samhain dependía del calendario agrícola. Para
los meses de noviembre, el ganado que había permanecido todo el año en el
pasto, tenía que ser reconducido a los establos, entonces se escogían las
cabezas más fuertes y mejores, que iban a poder soportar el invierno, y las demás
se mataban, puesto que si el año había sido bueno y habían nacido muchas reses,
el forraje almacenado no sería suficiente para alimentar todo el ganado.
Una de las
principales características de Samhain era el encendido de la hoguera. La noche
anterior se apagaban todos los fuegos de las casas y la población de los
pueblos se reunían en torno a una pira que después era encendida por los
druidas al alba. Entonces, todo el mundo encendía una antorcha con el fuego de
la hoguera sagrada y volvía a casa para volver a encender el propio hogar.